Esta era una vez un pueblo que existió hace mucho tiempo,
donde no pasaba el tiempo, tampoco el tren de medianoche ni el avión del
amanecer; eran tan lejos, pero tan lejos, que no es escuchaba nada; tan lejos,
pero tan lejos que no se olía nada; pero tan lejos, que no se veía nada.
Los perros no ladraban.
Los gatos no maullaban.
Los gallos no cantaban, tampoco los pájaros.
Los loros no hablaban.
Las gallinas no cacareaban.
Las vacas no mugían.
Los caballos no relinchaban.
Los burros no rebuznaban.
Los leones ni los tigres rugían.
Ni los motores de los vehículos
hacían ruido.
Ni las locomotoras…
Ni las turbinas de los aviones…
Era un silencio del silencio, que los
hombres, mujeres, niños y niñas, tampoco se escuchaban. Era un silencio tan
silencioso que lo único que se escuchaba era lo que no se decía.
Solo nuestra imaginación suele vivir en
estos pueblos.
Déjenme decirles, amiguitos, amiguitas,
si alguna vez visitan este pueblo, les agradezco que vayan en silencio…
Shhhhhh…