En la
alcoba de un hermoso castillo se encontraba la princesa Mia. Ella aconsejaba a
su hada Madrina y a su hado padrino por primera vez en la historia de las
princesas. Les comentaba que así como ellos deseaban su bienestar a ella le
preocupaba mucho que ambos no soñaran al acostarse y al levantarse para
mantener por siempre la magia de los sueños, porque eso, para la princesa Mia
era el secreto de la vida. Salió de su alcoba, y se dirigió a la terraza del
hermoso castillo, y les habló con la sabiduría de una niña:
-Quiero
que permanezcamos aquí, hasta que aprecien las cosas más lindas que nos regala
la naturaleza, como sus crepúsculos y el gran ocaso, quiero que vean como los
colores del sol combinan con el gris de las nubes y el azul del cielo porque
les parecerá una verdadera belleza. Y desde ese día, su más grande deseo fue
que su hada madrina y su hado padrino hicieran que todos en la comarca
observaran con detenimiento el atardecer y el amanecer todos los días. Cuando
les hace entender su deseo, su mamá y su papá irrumpieron en la habitación y
preguntaron a coro si hablaba sola o practicaba una obra de teatro. Ella con
picardía respondió: - Hago ambas cosas padres (y nos guiña un ojo a quienes
leemos este cuento); así que Mia y nosotros sonreímos con complicidad porque
sabemos con quién hablaba en realidad.
Autor: Henry Guerra
Ilustración: Javier Sayalero