Hace
mucho tiempo existió un pueblo en donde todos sus habitantes estaban muy
tristes, porque las diferencias entre ellos habían acabado con todo el color de
sus alrededores. Muy alto, en una inmensa montaña vivía el hombre más egoísta y
testarudo, por lo tanto su casa era la más gris y triste de todas; era un señor
viejito que en realidad ya estaba cansado de tanto discutir con sus vecinos,
así que un día amaneció lloviendo, y tras el torrencial
aguacero salió un hermoso arco iris, sus colores primarios se fueron
desprendiendo y cayeron alrededor de la casita.
El
hombre que allí vivía tomó los colores y los mezcló: amarillo con azul, azul
con rojo, rojo con amarillo, y se formaron los colores secundarios: verde,
morado, naranja, y así estos los volvió a mezclar y salieron los terciarios;
entonces pinto todas las ventanas, sus puertas, y toda su casa; luego pinto los
ríos y sus peces, y a lo animalitos del bosque, y así los pájaros comenzaron a
trinar y las mariposas a revolotear alrededor de la casa y poco a poco devolvió la alegría a toda su
comunidad. A partir de ese día volvieron a visitar al pueblo, y sus habitantes
les decían a toda la gente que tenían dos arco iris, uno en la montaña todos
los días y otro cada vez que llueve.
Autor: Henry Guerra
Ilustración: Javier Sayalero
