Nací hace
6 meses. Desde entonces conozco cosas extraordinarias, aunque no puedo hablar;
pero mi abuelo y yo nos entendemos, siempre nos comentamos nuestras fantasías.
Le
digo: — Upa, uupate, uuuu
El
abuelo responde: — Está bien, Fabián, calma, sé que quieres decir, pero ¿de qué
te ríes?
— ¡Ucacau,
cacau!
— ¡Claro!
Te ríes de las morisquetas que te hacen tus papás. Y supongo les dirás que quieres
ser un superhéroe, de los que convierten las piedras en pan y el mar en
sonrisas.
— Ababau,
babatata…
— ¡Ay!,
Fabían, loquillo andante, caballero con varios Rocinantes que te miman, y en
tus aventuras nos ves como gigantes, pero no aquellos transformados después de
ser molinos, sino unos que cambiaron después de ver tus ojitos al nacer.
Río a
carcajadas, mi abuelo verdaderamente comprende, pero mi madre confusa me
pregunta — ¿De qué se ríe mi belleza?
Mi
abuelo, guiñando un ojo, dice: — Cuidado, Fabián, nos descubrirán.
Susurro:
— ¡Auu, uubecupa, uubebe!
El
abuelo ríe: — ¡Claro! Nos vamos de aventura; seré tu Rocinante y tú mi
caballero andante, volaremos en el espacio, sobre los mares, con la verdadera
locura de amarnos por igual.
Estoy
emocionado, pero ya tengo sueño, y mi abuelo lo nota. Me arropa, besa mi frente
y comenta: — Nos vemos al amanecer, Fabián. No entristezca porque me voy,
estaré contigo en tu sueño favorito y allí continuaremos la aventura de Fabián
y su superhéroe.
Autor: Henry Guerra