Una
noche, Juan Diego y sus amigos decidieron salir a buscar al sol, porque no
pensaban acostarse temprano ni un día más.
—
¡Señor Sol!—
llamaban los niños y nada que aparecía, hasta que lo encontraron por una nube
en China. Trataron de convencerlo de devolverse, pero el sol se negó
rotundamente, y ante esta negativa, los niños sacaron una caña de pescar y la
lanzaron tan fuerte que al sol pudieron capturar.
Todos unidos
arrastraron al sol, mientras este suplicaba que lo dejaran ir, pero ninguno
prestó atención y así llegaron a sus casas, en donde lo ataron para que
brindara su calor.
Las primeras
horas todo fue fabuloso, pero llegó un momento en que se comenzaron a cansar; y
tan agotados estaban que al sol quisieron liberar.
El sol para
darles una lección se sujetó fuerte y allí se quedó.
— ¡Ahhh!, están cansados y ahora me quieren liberar,
pero no será así de simple, porque fueron demasiado egoístas, y sin luz, ¿Quién
sufre más?
— Pero, Señor Sol, estamos arrepentidos. ¿Cómo podemos enmendar lo
sucedido?
— Bueno, si siembran un árbol en la luna y limpian los anillos de Saturno
hasta dejarlos pulidos los perdonaré por dejarme retenido. Así lo hicieron, y el sol se fue a recorrer el mundo entero.
Y al final los
niños tomaron conciencia y se acostaron más temprano porque esos anillos de
Saturno les dieron trabajo por un año.
Autor: Henry
Guerra
Ilustración: Javier Sayalero